DESEEMOS LA LUZ

De niño me enseñaron que los buenos deseos se cumplen, le deseaba un feliz cumpleaños a mi mamá y se cumplía, deseaba que mi perrito me entendiera, y se cumplía, muchas otras cosas buenas deseé y así apagaba las luces que había sobre el ponqué, deseando cosas que ahora no recuerdo por el simple hecho de olvidar lo que me enseñaron, los buenos deseos se cumplen. Ahora me pongo frente al ponqué con las luces apagadas, soplo nuevamente y digo: prendan las luces, mis deseos se cumplirán, deseo que acabe la guerra en mi país y en el mundo, deseo que las personas no boten basura a la calle, deseo que las familias se entiendan y sean unidad, deseo que las parejas se amen incondicionalmente, deseo que los niños crezcan en espacios seguros y tengan buena alimentación, buena alimentación en África donde sufren tanto por ello, deseo que las personas amen lo que hacen, mujeres fotógrafas y hombres cineastas, viejos escritores, escribiendo con paciencia sobre sabiduría, sobre el cuidado de la selva, ¡cuidemos la selva y sus animales!.

Ahora, cuando hago un pequeño recuento sobre mis deseos, me doy cuenta que todo se puede cumplir, pero solo si esas buenas cosas las deseamos todos juntos, deseemos buenas cosas juntos, deseemos la luz.

NUBES TRISTES

¿Qué hacer cuando el cielo está llorando? en esta ciudad es tan frecuente, nos acostubramos tal vez a la tristeza, a las lágrimas, y en realidad tenemos esas almas frías, congeladas, y nos acostumbramos a ello, pero a pesar del clima, no nos dejamos vencer, algunos utilizan cobijas todo el día, otros chaquetas gruesas, otros medias de lana, pero el vestido no es suficiente, porque debemos calentar el corazón más que el cuerpo, la sangre más que la piel, es más, calentar las venas y las arterias calienta lo exterior, primero es lo de adentro, por eso algunos encuentran que les encanta trabajar, recorrer la ciudad en bicicleta llevando recibos y mensajes, cosechar la tierra, disfrutar la venta de flores, mantener la espalda derecha mientras se realiza el duro trabajo de la construcción; recuerdo un hombre de unos 55 años, arreglando el cemento en un espacio del suelo, pero él no se acurrucaba, estaba como recogiendo algo, su espalda llevaba la columna sin muestras de cansancio, recta, me impresionó tanto, imagen que no voy a olvidar, aquel viejo obrero de casco amarillo que tenía su corazón caliente en esta ciudad de frío, entre toda la violencia y contaminación, existe ese calor, el del trabajo, el de la alegría, el de un abrazo, el de querer vivir el día con el alma roja, con amor, eso creo que es lo único que nos puede mantener calientes cuando las nubes siguen tristes, cuando el sol está bloqueado por lágrimas, en ese diminuto instante de vida fría, la esperanza de mantener el calor está dentro de nosotros, y luego, en ese pequño momento, nos damos cuenta que las nubes no nos están regalando lágrimas normales, son lágrimas de alegría.