DODGERS GRAFFITI


Noche de luna llena, con mucho frío, pocas nubes y mucho viento azotando la ciudad, silbidos creaba aquel aire entre las calles y avenidas. El chico iba solo, un gorro rojo y una maleta cargaba cuando por fín llegó allí, la pared que había escogido para pintar el graffiti, el boceto que tenía hace dos semanas en su cuaderno y que le gustaba tanto, palabras unidas a gente caricaturizada, colores y muchas líneas recorrían sus hojas.

Mientras lo hacía, miraba a los dos lados y atrás para correr en caso que la policía viniera, esto nunca pasó; lo hacía con el mayor cariño, su arte era muy conocido en el movimiento y tenía pocas críticas. Después se olvidó de todo lo externo, solo quedaron en su mundo el muro y la pintura que realizaba, sus aerosoles rayaban con perfección, su pasión inundaba el ambiente, su intensidad se podía reconocer a sus espaldas, él era veloz pero detallista, de pronto escuchó un susurro suave e incomprensible, entonces se detuvo, sabía que no había nadie y por eso no volteó a mirar, luego terminó.

La tarde siguiente fue a verlo, en la pared: un chico furioso con la gorra de los Dodgers, un arma blanca y la palabra “tercos” pintada sobre su pecho, ilegible. Él se sentía orgulloso, llamó a sus amigos y los invitó a ver su nueva composición, bebieron y se embriagaron escuchando música y cantando, exhaustos en la madrugada, se empezaron a ir, hasta que quedó solo él, le echó un último vistazo, se tomó el último trago de la botella de ginebra y se fue, se sentía firme pero iba tambaleándose.

Las calles estaban solas y empezaron a caer gigantes gotas desde las nubes, la luna ya se había escondido y el cielo estaba gris. Algunos truenos sonaron en la lejanía y cuando cayó agua sobre el graffiti este tomó vida, un chico con camiseta furioso y con un cuchillo ahora también habitaba las calles, caminó siguiendo los pasos de su creador, con energía, con un objetivo, hasta que lo alcanzó y nuevamente le susurró, esta vez el chico lo sintió real y volteó a mirar, allí estaban, frente a frente, el arte y su artista, dos chicos de gorra en medio de la lluvia, uno con aerosoles en su maleta, otro con el arma en su mano, los dos lavados.

      Sabía que vendrías por mí – dijo el artista.
      Y tú sabías que estabas degradando nuestra cultura – dijo su arte.

Y al bajar su cabeza y sintió el cuchillo clavándose en su corazón.

El joven artista no había tenido una vida digna, entre violaciones y la muerte de sus padres tuvo que presenciar en su niñez, su adolescencia de asesino y ladrón lo hizo entrar en razón por algún tiempo, entonces conoció el arte, pero nunca conoció la paz.